miércoles, 17 de abril de 2019

Una Pastelería en Tokio (Am, 2015)

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Reseña: Como es habitual en los dramas orientales, Una Pastelería en Tokio ofrece una experiencia serena y meditativa, en este caso enfocada en la relación que se establece entre un taciturno hombre que atiende un puesto de productos de pastelería y una anciana que empieza a trabajar con él gracias a su gran talento para preparar una pasta de porotos que se utiliza en una comida tradicional japonesa llamada "dorayaki". Esta es una cinta narrada con calma y con buen manejo de la sutileza y de los detalles, aunque la languidez empleada por la directora Naomi Kawase obstaculiza la película en varias ocasiones.

Entiendo que ese ritmo pausado y metódico era exactamente lo que se buscó generar en Una Pastelería en Tokio... pero siento que la cinta se excedió un poco en ello, extendiéndose más de lo debido y tornándose ligeramente redundante. Consecuentemente, no pude evitar sentirme un poco cansado en ciertos momentos de Una Pastelería en Tokio. Quiero dejar en claro que un ritmo pausado no me molesta por sí solo, pero, en este caso particular, sentí que el lánguido ritmo de la película terminó ocasionalmente empantanando el flujo narrativo.

A pesar de ello, valoré que Kawase demostrara la sensibilidad necesaria para trabajar el contenido emocional de la película. En manos menos talentosas, Una Pastelería en Tokio hubiera degenerado en algo cursi y empalagoso, pero Kawase sabe manejar el drama de manera elegante y efectiva, por lo que Una Pastelería en Tokio consigue momentos emotivos, pero no forzados ni sentimentaloides. Adicionalmente, la puesta en escena es austera, pero eso es exactamente lo que esta cinta necesitaba, ya que nos permite compenetrarnos más en las vidas de los personajes principales, aparentemente sencillas pero con ciertos secretos adentro suyo.

Las actuaciones de Una Pastelería en Tokio también son merecedoras de mención. Masatoshi Nagase brinda un excelente desempeño como el hombre que atiende la pastelería; tan solo con la expresión de su rostro, se puede percibir fácilmente que es una persona que reprime mucho por debajo de su lacónica actitud, y que hay algo adentro suyo que lo angustia. Por su parte, la fallecida Kirin Kiki es perfecta como la anciana, logrando que su personaje sea entrañable y completamente creíble. Finalmente, Kyara Uchida interpreta a una adolescente que frecuenta la pastelería y establece una amistad con el hombre y la anciana; el desempeño de esta actriz es competente, pero creo que su personaje salió sobrando, ya que no logra aportar nada particularmente sustancioso y es otro factor que obstaculiza la narrativa de Una Pastelería en Tokio.

En conclusión, creo que Una Pastelería en Tokio es una buena película realizada con talento tanto al frente como detrás de cámaras. Pero, al mismo tiempo, no puedo negar que la cinta me aburrió un poco en algunos momentos, y hubiera agradecido una narrativa más concisa y enfocada, que mantuviera su deliberado ritmo, pero ajustándolo un poco y evitando ciertas redundancias. A fin de cuentas, tiene suficientes virtudes para hacerla merecedora de una recomendación, pero el todo termina siendo menos que la suma de sus partes.

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