lunes, 30 de abril de 2018
Jinete de Ballenas (Whale Rider, 2002)
Reseña: Durante su primera mitad, Jinete de Ballenas me estaba pareciendo medianamente simpática en su retrato de la vida en una pequeña comunidad maorí, enfocándose en una niña que quiere ser líder de una tribu a pesar de la desaprobación de su abuelo. Sin ser la gran cosa y a pesar de tocar tantos lugares comunes, la cinta no me estaba desagradando.
Lamentablemente, después llegó la segunda mitad, y ahí es cuando la película genuinamente derrapa. Ahí empieza a incursionar en terreno místico repleto de ñoñerías "new age", además de caer en sentimentalismo barato que termina empalagando demasiando. No obstante, lo peor llega al final, cuando la cinta se vuelve groseramente manipuladora, a tal punto que realmente me hizo enojar. Jinete de Ballenas es una película que está tan desesperada por hacer llorar que el efecto que no logró conmoverme, sino irritarme profundamente.
Aún así, no se puede negar que las actuaciones de Jinete de Ballenas son excelentes. Keisha Castle-Hughes recibió una merecida nominación al Oscar por su trabajo en esta cinta, repleto de matices y expresividad. Adicionalmente, no sería justo ignorar el brillante trabajo del resto del elenco, destacando a Rawiri Paratene y Cliff Curtis como el abuelo y el padre (respectivamente) de la niña. Ojalá tanto talento histriónico hubiera estado al servicio de una mejor película.
Sé que Jinete de Ballenas es una película adorada por muchas personas, así que quizás el equivocado sea yo. Pero, como sea, la cinta me dejó un sabor general muy amargo, principalmente por mi baja tolerancia hacia este tipo de películas sentimentaloides y manipuladoras. Personalmente, en lo que respecta cintas de una fuerte idiosincracia neozelandesa, prefiero por mucho la menospreciada Hunt for the Wilderpeople (2016), la cual logra simultáneamente divertir y emocionar con las mejores armas.
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