domingo, 2 de septiembre de 2018
Goodbye Solo (2008)
Reseña: Goodbye Solo retrata la amistad que se forja entre un taxista senegalés radicado en Estados Unidos y un lacónico y misterioso anciano que no parece tener muchas alegrías en su vida. Y se podría decir que eso es básicamente todo. Nada de complicaciones ni giros inesperados ni nada por el estilo; simplemente una amistad que gradualmente se va construyendo entre dos personas que aparentemente tienen poco en común, pero que saben "leerse" mutuamente en el nivel emocional.
Quizás esa sencillez suene aburrida para algunas personas, pero Goodbye Solo me mantuvo interesado de principio a fin, principalmente por el excelente ojo para los detalles que demuestra el director y guionista Ramin Bahrani. El cineasta deja que muchas pequeñas cosas hablen por sí solas, y, a fin de cuentas, esos elementos aparentemente menores terminan revelando mucho sobre los personajes, su naturaleza y la relación entre ellos. Bahrani también sabe hacer elegante uso de la ambigüedad; una película más convencional hubiera detenido a explicar cada cosa, pero Goodbye Solo estimula la imaginación del espectador dejando en el aire ciertos puntos, teniendo la suficiente confianza en el espectador para completar el relato en su mente.
Por su parte, el dueto protagónico es fantástico. Souléymane Sy Savané (como el taxista) y el fallecido Red West (como el anciano) brindan trabajos fenomenales, repletos de expresividad y sutiles detalles de composición que les brindan auténtica humanidad a los roles que interpretan. Además, ambos comparten una perfecta química entre sí, haciendo inmediatamente creíble la relación que se va construyendo poco a poco entre sus personajes.
En conclusión, no diría que Goodbye Solo es una gran película, pero me pareció eficiente y satisfactoria, brindando una experiencia profunda, emotiva e interesante en noventa concisos minutos. Ah, y mención especial para toda la parte final, en la cual se evidencia la suma confianza que Bahrani tiene en el poder de las imágenes para dejar que estas hablen por sí solas, sin necesidad de sentimentalismo forzado ni diálogos explicativos.
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