viernes, 27 de julio de 2018

Tully (2018)

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Reseña: Francamente, no tenía mucho interés en ver Tully. Su tema de la depresión post-natal parecía el de alguna genérica y olvidable "chick flick" más apropiada para un telefilm de las cuatro de la tarde que para una auténtica película. Sin embargo, los buenos comentarios que esta cinta recibió me inclinaron a darle una oportunidad, y me alegro de haberlo hecho, ya que, contrario a mis expectativas, Tully resultó ser un sólido drama no exento de toques de humor, que lograr retratar de manera realista y creíble el tema de la maternidad.

Quiero hacer especial énfasis en la palabra "realismo" porque muchas películas ofrece una visión excesivamente idealizada del hecho de ser madre; sin embargo, Tully adopta un enfoque mucho más palpable, que retrata detalladamente cómo puede afectar la vida de una persona hasta el punto de agotarla mental y físicamente. Eso es lo que atraviesa Marlo, el personaje principal, hasta que conoce a la epónima Tully, una adorable niñera que le facilita sus deberes como madre, cuidando a la hija más chica (una recién nacida) durante la noche. Y cuando todo parece seguir por una ruta más o menos segura, Tully arroja un inesperado giro cerca del final, que le añade una interesante y hasta profunda dimensión psicológica a la experiencia.

Charlize Theron brinda una actuación excepcional en el papel de Marlo, manteniéndose completamente alejada del más mínimo "glamour" (aunque no es la primera vez que hace esto en su filmografía... recordemos, por ejemplo, Monster -2003-, la cinta por la cual ganó el Oscar a Mejor Actriz) para componer un personaje multi-dimensional, transmitiendo con suma credibilidad la vorágine que el personaje experimenta en su vida. El resto del elenco brinda sólido respaldo a Theron, destacando a Mackenzie Davis como Tully y Ron Livingston como el esposo de Marlo.

En conclusión, Tully es una muestra de que es posible tomar un concepto que puede sonar poco alentador, y ejecutarlo con talento e inteligencia, gracias al libreto de Diablo Cody, engañosamente sencillo en su superficie pero poseedor de múltiples capas en su fondo, y a la dirección de Jason Reitman, quien conduce la cinta con seguridad y buen ritmo, evitando innecesarios despliegues visuales, aunque sin por ello olvidar de dotar personalidad a la película. Generalmente intento evitar las "chick flicks", pero Tully me ha hecho re-considerar un poco esa actitud tan radical; como tantas veces he dicho, en cine, no importa tanto el qué, sino el cómo.

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