domingo, 7 de enero de 2018
Gozu (2003)
Reseña: Tenía muchas ganas de ver Gozu, porque las dos películas que vi del director Takashi Miike que vi el año pasado (Audition -Ôdishon, 1999- y Koroshiya 1 -2001-) me gustaron mucho, principalmente porque encontraron el balance exacto de locura y genuina visión artística. Aunque pondría a Gozu un escalón más abajo de esas dos cintas, también fue una experiencia muy interesante, además de definitivamente ofrecer el material más extremo de lo que he visto de Miike hasta el momento.
Gozu es una de esas películas que transportan al espectador a un universo onírico (quizás sea más preciso decir "pesadillesco"), por lo que no está interesada en contar un relato lógico o completamente coherente. No digo eso como un defecto, ya que cada fotograma de Gozu está concebido como una experiencia que quizás no sea del gusto de todos los espectadores, pero que nos hace partícipes de un viaje cinematográfico que nos hace sentir una amplia gama de emociones.
También hay que aclarar que Gozu es una cinta sumamente bizarra, por lo que termina generando risas en múltiples ocasiones. No obstante, la atmósfera que Miike expertamente supo conjurar es tan macabra y tenebrosa que, a la par de esas incómodas risas, también se genera una constante incomodidad; en otras palabras, es fácilmente palpable que detrás de esas elementos grotescos, hay algo genuinamente retorcido dando vueltas en cada rincón.
Los últimos 15 o 20 minutos de Gozu merecen un párrafo aparte. Es realmente imposible atisbar la más remota descripción de lo que sucede durante el último acto; solo diré que contiene escenas y conceptos que quedarán dando vuelta en mi cabeza durante mucho tiempo (de hecho, hacía muchísimo tiempo que una película no me generara la sensación interna de "no puedo creer lo que estoy viendo"). Todo lo que sucede en ese punto indudablemente será lo que más aleje a muchos espectadores (particularmente a personas sensibles o fácilmente ofendidas), pero a mí me pareció admirable que Miike se animara a tanto; el resultado de su valentía es que Gozu concluye con un efecto contundente e impactante que funciona como sólido remate de una experiencia cinematográfica tan extraña.
Obviamente, Gozu es una de esas películas que no pueden recomendarse fácilmente, pero a mí me gustó bastante, porque no es común encontrarse con una cinta que logre generar sensaciones tan fuertes. En resumen, una película audaz y deliciosamente repulsiva, que me hizo pasar más de dos horas de torcida diversión. Y, de paso, sirvió para confirmar que Miike es uno de mis directores favoritos. Aún tengo mucho por escarbar en su extensa filmografía (¡compuesta por 100 películas en total!)
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