miércoles, 29 de agosto de 2018

La Felicidad Trae Suerte (Happy-Go-Lucky, 2008)

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Reseña: En lugar de contar una historia concreta, La Felicidad Trae Suerte sigue a Poppy, su personaje central, en su vida diaria, enfrentando su rutina con una actitud tan optimista y alegre que ocasionalmente puede ser malinterpretada por la gente que la rodea. En ese sentido, La Felicidad Trae Suerte es una cinta que retrata cosas cotidianas, poniendo el foco en la particular manera mediante la cual la protagonista las percibe. Con eso, es suficiente para lograr una experiencia interesante y más profunda de lo que puede parecer a simple vista, analizando aspectos de la sociedad, la vida y las distintas interpretaciones que se pueden tener de la palabra "felicidad".

A diferencia de los serios dramas que acostumbra realizar, el director Mike Leigh emplea un estilo cálido y luminoso en La Felicidad Trae Suerte, lo cual contribuye a dotar a la película de un estilo relajado y ameno. Por el lado negativo, la duración de casi dos horas se siente un poco excesiva; creo que se podría haber ajustado un poco más la edición, eliminando algunos momentos (como el encuentro con el vagabundo) que, sin llegar a ser aburridos, se sienten innecesarios y rompen un poco el flujo de la experiencia.

En el papel protagónico, Sally Hawkins hace un excelente trabajo, revelando diversas facetas de su personaje por debajo de su superficie aparentemente ingenua. Y, como no podía ser de otra manera, el gran Eddie Marsan deja su huella con un brillante trabajo como el instructor de manejo de Poppy; las escenas que ambos comparten son las mejores de la cinta, principalmente gracias a la perfecta química entre ambos actores, quienes interpretan roles completamente diferentes entre sí.

En conclusión, sin llegar a ser una gran película, La Felicidad Trae Suerte es una experiencia simpática y amena, con humor sutil y material para dejar pensando a la audiencia. Entiendo que su carencia de una narrativa concreta y de conflictos propiamente dichos quizás ahuyente a algunos espectadores, pero personalmente, me dejé llevar por la alegre vibra que Leigh logró impregnar en cada cuadro de la cinta.

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