sábado, 4 de mayo de 2019
Felicidad (Happiness, 1998)
Reseña: Felicidad es definitivamente un plato fuerte. Es una cinta que incomoda y que no tema incursionar en temas tabúes, como, por ejemplo, la pedofilia. Eso definitivamente alejará a muchos espectadores, y hará que esta les parezca una cinta en exceso desagradable. No fue mi caso; a mí me pareció una experiencia fascinante, que busca y consigue obtener reacciones extremas. Como sea, resulta una cinta simultáneamente repelente, cálida y hasta graciosa, aunque en el nivel más negro y retorcido que puedan imaginarse.
Felicidad gira en torno a tres hermanas: Joy, Trish y Helen. Trish es quien parece tener la vida más estable, aunque no sabe que su marido es un pedófilo que abusa sexualmente de amigos de su hijo. Helen es una escritora que encontró mediano éxito escribiendo sobre temas extremos que jamás vivió, como, por ejemplo, la violación. Por su parte, Joy es la menos exitosa, tanto en su vida personal como amorosa. Como en toda película coral, también conocemos otros personajes vinculados a las hermanas, como los padres de ella (esta sub-trama no aporta mucho contenido sustancioso y podría haberse omitido) y un vecino de Helen de nombre Allen quien gusta realizar llamados obscenos a mujeres.
Lo que mejor funciona en Felicidad es la sub-trama del pedófilo, un personaje indudablemente repulsivo y reprobable... aunque no carente de humanidad. Gracias al multi-dimensional guion y la brillante interpretación de Dylan Baker, ese personaje genera una dualidad en el espectador, ya que, por un lado, es natural odiarlo, pero, por el otro, es un ser humano pintado con matices que lo hacen sentir consciente y culpable del monstruo que es. Definitivamente, este es el elemento más contundente y memorable de la película.
Mientras tanto, el personaje de Allen (magníficamente interpretado por el tristemente fallecido Philip Seymour Hoffman) empieza siendo retratado como una persona bastante desagradable, aunque su sub-trama se va tornando gradualmente más cálida y hasta emotiva. Helen también es un personaje interesante, aunque quizás se le podría haber dedicado mayor tiempo en pantalla (esa puede ser la razón por la cual Lara Flynn Boyle no logra destacar en ese rol). Finalmente, Joy (en donde encontramos a la menospreciada actriz Jane Adams brindando una excelente actuación) es un personaje querible a quien realmente nos gustaría ver triunfar más en la vida; ella se encarga de abrir la película en una brillante escena donde se establece perfectamente la misantropía y negro sentido del humor que nos aguarda durante todo el resto de la experiencia.
Al igual que ocurrió en Storytelling (2001), su película inmediatamente posterior a esta, el director y guionista Todd Solondz demuestra que sabe incomodar como pocos cineastas, aunque lo suyo no es una incomodidad gratuita, ya que sus guiones están repletos de profundidad y personajes tan complejos a quienes resulta imposible de reducir a una fácil etiqueta. En resumen, Felicidad me pareció una película deliciosamente retorcida que no dejará indiferente nadie. Más allá de apreciaciones personales de cada espectador, eso no es poca cosa.
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