lunes, 9 de julio de 2018
El Mundo según Barney (Barney's Version, 2010)
Reseña: El Mundo según Barney está estructurada como una "biopic", aunque en realidad no lo es, ya que retrata la vida de un personaje ficticio: Barney Panofsky, un productor de televisión canadiense. Dicho personaje resulta querible, y la cinta se sigue con interés de principio a fin, lo cual es loable al tener una duración de dos horas y cuarto. No obstante, creo que pierde algo de fuerza durante su último tramo, el cual no se vuelve aburrido, pero toma una ruta que me pareció innecesaria.
Durante sus dos primeros tercios, El Mundo según Barney funciona muy bien, examinando a su personaje central con abundantes dosis de humor, sin por ello descuidar el aspecto dramático, lo cual hace que el espectador logre conectar con el protagonista de manera inmediata y se interese en sus avatares personales. Sin embargo, durante el último tercio, la cinta toma una ruta lacrimosa que no hacía falta, y que incluso termina empalagando un poco en más de una ocasión; afortunadamente, eso se ve compensado hasta cierto punto por las excelentes actuaciones del elenco entero.
Como no podía ser de otra manera, Paul Giamatti brinda un trabajo magistral en el rol protagónico, logrando componer un personaje entrañable a pesar de sus errores, y dotándolo de una amplia variedad de sutiles matices que demuestra el gran talento actoral de este intérprete. También es merecedora de mención Rosamund Pike en el rol de una de las esposas de Barney, brindando absoluta credibilidad y compartiendo una perfecta química con Giamatti. Y, aunque no tenga tanto tiempo en pantalla, Dustin Hoffman roba todas sus escenas como el padre de Barney, y logra dejar una impresión duradera en el espectador.
En conclusión, El Mundo según Barney logra ser entretenida e interesante, aunque perdí un poco de entusiasmo por ella durante el meloso tercer acto. Afortunadamente, hay abundantes virtudes para compensar esa queja en buena medida, por lo que me siento inclinado a recomendarla por las brillantes actuaciones y la firme dirección de Richard J. Lewis, por no mencionar la particular idiosincracia canadiense que tiñe cada cuadro de la película.
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