miércoles, 6 de febrero de 2019
Van Gogh en la Puerta de la Eternidad (At Eternity's Gate, 2018)
Reseña: En teoría, Van Gogh en la Puerta de la Eternidad puede sonar como tantas "biopics" sobre figuras trágicas y atormentadas (recordemos que Vincent Van Gogh fue, en su época, un genio incomprendido que vivía en la pobreza y sufría de problemas mentales). Afortunadamente, Van Gogh en la Puerta de la Eternidad no está interesada en enunciar una lista de hechos, sino en ofrecer una experiencia visceral que nos sumerge por completo en el último período de la vida de Van Gogh, haciéndonos compartir de manera palpable su lucha contra los problemas mentales y su particular mirada del mundo y del arte.
Eso quiere decir que Van Gogh en la Puerta de la Eternidad no está interesada en lo puramente narrativo, sino en capturar sensorialmente la perspectiva del protagonista. Entiendo que muchos espectadores se sentirán aburridos con las extensas escenas que no muestran otra cosa que a Van Gogh caminando por la campiña francesa o con los igualmente prolongados diálogos que comparte con otras personas, pero a mí no me molestaron para nada esos elementos, ya que contribuyen poderosamente a crear un clima inmersivo y a pintar al personaje principal de manera precisa y elocuente, a diferencia de otras "biopics" que se preocupan más los eventos reales que por pintar un auténtico retrato del sujeto examinado.
Allá por el 2007, el director Julian Schnabel realizó la aclamada película La Escafandra y la Mariposa (Le Scaphandre et le Papillon), en la cual demostró un virtuoso manejo de los elementos audiovisuales para ponernos en la piel de un hombre con todo su cuerpo paralizado a causa de un accidente cerebrovascular. En Van Gogh en la Puerta de la Eternidad, Schnabel realizó algo similar a pesar de contar una trama completemante diferente, demostrando un excelente manejo de cámara (manteniéndola siempre inquieta, aunque nunca perdiendo la claridad de lo que ocurre) y sabiendo capturar la campiña francesa con lujo de detalle y contrastes (se nota que Schnabel también tiene trayectoria como pintor gracias a su ojo para los detalles y su eficaz manejo de la paleta de colores, auxiliado por el cinematógrafo Benoît Delhomme).
Por su parte, las actuaciones de Van Gogh en la Puerta de la Eternidad me parecieron excelentes. Willem Dafoe realiza un trabajo sublime en el personaje principal. Muchas veces, cuando un actor encarna a un personaje histórico, comete el error de quedarse superficial, haciéndolo más parecido a una caricatura que a otra cosa (por poner un ejemplo, Eddie Redmayne en La Teoría del Todo -The Theory of Everything, 2014- viene a la mente). A diferencia de eso, Dafoe compone el rol de Van Gogh desde adentro, y el resultado final es extraordinario, entregando un trabajo repleto de matices y detalles, y genuinamente tomando posesión de su personaje gracias a la transformación interna que supo lograr. El resto del elenco ocupa papeles con más o menos tiempo en escena, pero todos brindan desempeños brillantes, destacando a Oscar Isaac como Paul Gauguin y el gran Mads Mikkelsen como un sacerdote.
Por el lado negativo, diré que sentí a Van Gogh en la Puerta de la Eternidad un poco apresurada en sus minutos finales, lo cual hizo que la experiencia tuviera un cierre levemente abrupto. De todas formas, no es un error grave ni me impide recomendar Van Gogh en la Puerta de la Eternidad (aunque con la advertencia de que, como dije anteriormente, no será para todos los gustos) como una poderosa y muy interesante experiencia cinematográfica que sabe interpelar al espectador y hacerlo íntimo partícipe de lo que ocurre en escena.
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